miércoles, 5 de marzo de 2014

EN LA IRA DEL HOMBRE NO OBRA LA JUSTICIA DIVINA

 
Efesios 4:26 ¨ «No permitan que la ira los haga cometer pecados»; que la noche no los sorprenda enojados.
La ira es una emoción, una reacción involuntaria ante un suceso o una situación desagradable. En tanto la ira se limite a esta emoción inicial e involuntaria, se podrá considerar como una reacción natural. Sin embargo, se vuelve peligrosa cuando nuestra respuesta ante ella es inadecuada; cuando perdemos el control (y descargamos la ira libremente) o nos la guardamos, de modo que volvemos amargados, resentidos y hostiles.
 Es entonces cuando la Biblia nos llama a cuentas.
 
Dios nos exhorta a tener control sobre la ira:
Proverbios 29:11 ¨El necio no esconde su enojo;
el sabio sabe controlarse. ¨
 
Al tratar de controlar nuestra ira, debemos darnos cuenta de que todas las personas tienen derecho a sus propias opiniones y que sus vidas se deben distinguir por la dignidad y el respeto. Al mismo tiempo, con el fin de mantener todas las cosas dentro de la perspectiva correcta, no nos olvidemos de que si Jesús hubiera exigido Sus derechos, no hubiera muerto en la cruz. En este punto, hay una distinción muy fina. Lo que tenemos que recordar es que los cristianos debemos ser muy cuidadosos en nuestras respuestas, sin olvidarnos de que es posible que nuestra posición sea correcta, pero nuestras actitudes erróneas.
 
La ira será excesiva o estará fuera de control cuando:

1.      Dé como resultado explosiones de cólera y un lenguaje ofensivo.
2. Produzca amargura, resentimientos y hostilidad (el deseo de “ajustar las cuentas”)
3. Es espiritualmente debilitante, provoca inquietud interna, destruye la tranquilidad propia y es contraria a los sentimientos de bienestar. ¿Tengo el sentimiento de que mi actitud es desagradable para Dios o que le estoy dando “lugar al diablo”? (Efesios 4:27)
4. Daña a otras personas. ¿Afecta negativamente mi testimonio cuando los demás observan mis malas respuestas? ¿Son víctimas de esas respuestas?
               
¿Cómo podemos aprender a controlar la ira excesiva?

1.      Traten de no interpretarlo todo como si fueran ofensas, desprecios, deseos de lastimar, etc. Al mismo tiempo, procuren identificar las cosas que causan su ira excesiva.
2. Hagan que sus actitudes y respuestas sean objeto de oración firme. También debemos llevar ante el Señor la conducta irritante de otras personas, dándonos cuenta de que Dios utiliza a los individuos y las circunstancias para refinar nuestro carácter. ¡Es posible que tengamos demasiadas aristas que se deban suavizar de nosotros mismos!

3. Cultiven la práctica de confesar como pecado la ira excesiva. La importancia de “lo inmediato” en esta búsqueda del perdón se debe colegir a partir de las palabras del Apóstol Pablo: “No dejéis que se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26) Aprendan a poner las cuentas en orden, al menos para el final del día.
4. Dense cuenta de que los cristianos deben enfrentarse a dos naturalezas que se esfuerzan por obtener la supremacía. Debemos aprender el principio de “despojo” y “revestimiento” de Efesios 4:22-24.
A. “Despojémonos” del viejo hombre, corrompido por sus deseos engañosos (versículo 22)
B. “Vistámonos” con el nuevo hombre, creado para ser como Dios en justicia y santidad (versículo 24)
C. El efecto de poner en práctica el principio de “despojo” y “revestimiento” es renovarnos en el espíritu de nuestra mente (versículo 23) Este es el modo en que se hace válido 2 Corintios 5:17.
5. Esfuércense en alejar la ira de ustedes mismos para enfocarla en los problemas que la provocan.
6. Sométanse todos los días al Espíritu Santo. “Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne”. (Gálatas 5:16)
7. Permitan que la Palabra de Dios ejerza su poder sobre los aspectos de sus vidas, al leerla, estudiarla y aprenderla de memoria. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, ensenándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría” (Colosenses 3:16)
 
     La Biblia no prohíbe el enojo; pero establece dos límites. El primero es que debemos mantener la ira libre de amargura, desprecio u odio. La segunda es la verificación diaria de si hemos resuelto nuestros sentimientos maliciosos.
Toda problemática que podamos experimentar pueden ser resuelta si la rendimos ante la presencia de Dios y permitimos que Él transforme nuestras vidas.
 
Padre celestial, ayúdanos a entregarte todo aquello que no se corresponda con el carácter de Cristo para que en tu presencia seamos transformados  y podamos actuar como hijos tuyos, te lo pedimos en el nombre de Jesús .Amen
 
                             www.elrehmadehoy.blogspot.com
 

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