Mateo 6:6 “Mas tú, cuando ores, entra en
tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”
En la vida de
Jesús el tiempo de oración siempre tuvo un lugar predominante. Jesús oraba a la
mañana, a la noche, antes de estar con las multitudes y luego también. La
oración era su tiempo de intimidad con el Padre, donde Él se fortalecía, se
gozaba y recibía dirección.
La oración tiene
que tener un lugar predominante en su vida también. Es el tiempo donde Dios lo
guiará, lo fortalecerá y lo ayudará a crecer en fe y poder.
Pero es
importante que note cómo Jesús le enseña a orar (Mateo 6:5-15). Él lo instruye
para que se acerque a Dios como un hijo a su Padre, confiadamente, seguro de su
amor y que allí tenga una conversación con Él, un diálogo. Sepa que su Padre lo
está esperando gozoso. Entre en oración con el deseo de hablar con Él. Ciérrele
las puertas a las distracciones, a la incredulidad, al temor, disfrute de su
presencia y alábelo. Su amor incomparable hará que todo temor y toda carga se
vayan, y usted verá claramente la respuesta y la salida a los problemas que
está enfrentando.
Él pondrá en su
corazón las ideas y la dirección para que desarrollando los dones y habilidades
que le dio usted alcance la victoria. No pierda tiempo quejándose y
lamentándose en su presencia. ¡Recuerde que Él ya le ha dado la salida! Declare
lo que Dios es para usted: Su fortaleza, su pronto auxilio, su ayuda en la
debilidad, su sanador, su proveedor.
No tome la
oración como algo sistemático y metódico. Tómelo como lo que es, el tiempo más
hermoso y profundo con la persona que más ama y que lo ama. Y escuchará a Dios
diciéndole: Hijo mío nadie te puede arrebatar de mis brazos. Yo he vencido y te
he declarado más que vencedor.
Padre
celestial, tu amor me conmueve, llena todo mi ser. Tú eres todo para mí.
Gracias porque para Ti no hay nada imposible y has hecho que para mí tampoco lo
haya. Te amo Padre. En el nombre de Jesús. Amén.
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